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UNA MUY MALA SUERTE

10/12/2021 | Por: Conrado Xalabarder

Harry Gregson-Williams es un enorme compositor a quien la suerte le da la espalda en casi todas sus colaboraciones con Ridley Scott: o le acaba rechazando buena parte de su música o cuando todo está perfectamente bien, la película es un sonoro fracaso. Solo se salvó del infortunio con The Martian (15), en la que su notable trabajo, de todos modos, no le reportó el reconocimiento que merecía. Recordemos que en Kingdom of Heaven (05) su música fue masacrada en la sala de montaje: se llenó el filme con temas musicales de diversas películas y diferentes compositores y se recolocó arbitrariamente pistas de la música original en el metraje, incluso reemplazando la música de lugares capitales por versiones alternativas de temas menores e inconexos, dando lugar así a una banda sonora completamente mutilada y destrozada, tanto en la versión cinematográfica que se estrenó como en el montaje del director. Ignacio Marqués Cuadra dedicó una enorme cantidad de tiempo y de esfuerzo en lo que acabó siendo una formidable y titánica restauración de la música (puede verse aquí) y que mostró y demostró la grandeza desperdiciada de su aportación. A continuación sería llamado para hacer un trabajo menor de albañilería con remiendos y apaños con música adicional en la catastrófica Exodus: Gods and Kings (14), intentando salvar del desastre la desastrosa música de un Alberto Iglesias completamente perdido.

Este año ha hecho dos filmes con Ridley Scott de director: The Last Duel y House of Gucci. La primera es una maravillosa banda sonora muy extraña de ver y escuchar -por lo elaborada y sofisticada- en los tiempos actuales. A mi entender, de lo mejor en este notable 2021. Ni se la rechazaron ni se la retocaron, así que permanece íntegra para ser mostrada como una lección de cine en toda regla. Pero lamentablemente la película ha sido un fiasco total en taquilla y es harto probable que la industria le acabe culpando a él por no haber hecho algo comercial, zimmeriano, y haber estropeado las posibilidades del filme con sobredosis de una inteligencia nada rentable. Es bastante probable -y hasta exigible- que le nominen al Oscar, testimonialmente, pero parece bastante seguro que creaciones tan exquisitas como la suya lo van a tener mucho más difícil en el cine de grandes presupuestos y que el compositor entre en una lista negra para productores y ejecutivos.

En House of Gucci Gregson-Williams casi ni existe: aparece en un par de escenas y, a pesar de la abundancia de canciones preexistentes, ambientales, parece como si originalmente el compositor tuviera más presencia. Lo parece en primer lugar por el tipo de temas, que no son cerrados sino que parecen venir de algo y también conducir a algo; en segundo lugar porque en la suite de ocho minutos que sale en la edición de la banda sonora hay música que no está en el filme, y en tercer y categórico lugar porque el propio Gregson-Williams lo explica en este vídeo, grabado tiempo atrás y donde comenta su implicación en un filme... donde acabaría no teniendo prácticamente implicación alguna.

Harry Gregson-Williams es un enorme compositor que está teniendo muy mala suerte con Ridley Scott, lo que podría resultar perjudicial en su carrera dado el renombre del director. No hay que olvidar que incluso aunque no tenga ninguna responsabilidad ni culpa, la industria casi siempre acaba responsabilizando y culpando a la música, y entre su invisibilidad en House of Gucci y el desastre comercial de The Last Order es de temer que su mala suerte le reporte una factura muy severa, y no lo merece.

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