Este sábado noche tendrá lugar la ceremonia de entrega de los Goya, que en justicia debería otorgar a Pascal Gaigne el premio por la música de Handia. Y con diferencia sobre las demás. No es intención de este editorial comentar qué bandas sonoras españolas eran merecedoras de estar nominadas, pues de ello ya hemos dado cuenta en otros editoriales y ha quedado evidenciado en nuestros Premios MundoBSO, por ejemplo, así que lo que toca es hablar del cuarteto finalista, que a fin de cuentas son los que compiten. Gaigne debería ganar porque no tiene rival posible.
No es rival, desde luego, Alberto Iglesias y La cordillera. Iglesias alcanza su nominación número quince, tiene ya cinco premios Goya y esta nominación es más por su apellido que por sus méritos. Tengo -es demostrable- la máxima consideración por el compositor vasco y por el interés cinematográfico (no solo musical) de buena parte de su obra. Pero esta es una creación menor, que arranca en el filme de modo prometedor y que, a medio camino entre la música para el thriller y una música dramática moderadamente obsesiva y persistente, no acaba por resolverse, se queda a medio camino y es incapaz de seguir el ritmo de una historia que acaba por ir muy por delante y la música llega tarde y en última instancia mal a su cita, donde ya no es necesaria y resulta en no pocos momentos impostada. Es una obra que no tiene interés.
Sí tiene interés la música de Eugenio Mira (que firma como Chucky Namanera) para Verónica, candidatura lograda seguramente gracias más al éxito de nominaciones del filme que por méritos propios, aunque los tiene. Es una banda sonora electrónica que rinde tributo a las músicas del género de los años ochenta, con temas aplicados para recrear entornos de misterio, crípticos. Es sustancialmente ambiental, eficiente, tóxica, que busca y logra generar una impresión de caos. Eugenio Mira no es John Carpenter, ni Claudio Simonetti, Fabio Pignatelli ni Massimo Morante, pero ha estado a la altura de las circunstancias y el filme ha salido beneficiado con ello.
La librería, con música de Alfonso de Vilallonga, es la gran rival para llevarse el Goya a la mejor música. Es una creación que se aplica en lo ambiental y lo dramático. Temas de jazz y algunas canciones recrean el entorno de la época, en tanto una música íntima, austera y refinada sirve para aportar matices cromáticos al filme. Esta música da algo de profundidad a la figura del personaje protagonista, a quien arropa de modo sentimental y a la que expone en su soledad, pero le falta solidez estructural, queda en exceso dispersa y finalmente acaba por ser más de resoluciones inmediatas que de explicaciones.
La música de cine no es solo dermis, ni solo estética, por supuesto va más allá de lo ambiental. No es malo todo esto, si eso es lo que necesita el filme: hoy se estrena la nominada al Oscar Phantom Thread y responde exactamente a este patrón, aunque en el caso del filme de Paul Thomas Anderson no acaba de coser bien la película. Mucho mejor remendada es la música de Pascal Gaigne para la preciosa película Handia. A pesar de sus años en el cine, la producción hecha y que nunca ha sido ganador del Goya Gaigne no lo merece por su trayectoria profesional o por su talento compositivo: eso será premiado en todo caso cuando sea viejecito y le den un premio honorífico. Lo merece porque su aportación a la película es decisiva para que esta sea del todo comprensible en su profundidad a la vez que la eleva a un punto emocional al que no llegaría sin ella. Su música aporta oxígeno y luz a la película con empáticas y cálidas melodías que arropan a los hermanos pero especialmente al protagonista, con músicas en diversos niveles dramáticos: sentimental, cómico, dramático, evocador e incluso cierto aire circense, con moderado punto peripatético. Todo ello, aplicado desde una perspectiva externa a los personajes, como mirada sobre ellos, aunque en puntuales momentos sí entre piel adentro y exponga sus emociones. Es buena música, como lo son las otras tres finalistas, pero más cinematográfica y mejor resuelta, algo que merece serle reconocido al casi siempre exquisito compositor.