Hoy ha fallecido, a la venerable edad de 96 años, Mikis Theodorakis, compositor griego multi-icónico y universal cuyo nombre está indisolublemente asociado a lo mejor de la música de su país y a lo mejor del cine europeo en los años sesenta y setenta especialmente, y que es un referente de compromiso ideológico e intelectual con la causa de la libertad frente a la dictadura helena, que combatió desde el exilio con unas músicas cargadas de contenido y simbolismo, lo que pudo vehicular gracias a su asociación con cineastas que hicieron películas también comprometidas con la bandera de los derechos humanos y la libertad.
Su formación musical adquirida en París y su amplio conocimiento de la música popular griega lo hicieron idóneo para películas tan enraizadas en la cultura de su país como las que hizo el prestigioso Michael Cacoyannis: Electra (62) The Trojan Women (71) Iphigenia (77) pero muy especialmente Alexis Zorba (64), que tuvo un éxito mundial monumental de público, de crítica y de premios en forma de 3 Oscar y otras 4 nominaciones, aunque ninguna para su música, que se convirtió en una de las más apreciadas y populares de la Historia del Cine.
Theodorakis supo trasladar a la música el ADN de las tragedias de Eurípides o del amor a la vida de Zorba, o incluso la raíz genealógica griega del policía Frank Serpico en su lucha contra la corrupción policial en la fantástica Serpico (73), de Sidney Lumet. Pero también supo convertir su música en sendas declaraciones de principios que fueron expandidos gracias a la gran pantalla: con Costa-Gavras especialmente en la maravillosa Z (69) y en État de siege (73), ambas películas con sendos himnos en favor de la libertad que llegaron a formar parte del haber del pensamiento izquierdista del momento. Como sucede con todas las dictaduras, del signo que sea, la de extrema derecha de Grecia prohibió su música y le obligó a exilarse en Francia, pero no pudieron impedir que su música se convirtiera en un icono y una referencia para millones de personas. Exactamente igual, por cierto, que lo conseguido por Ennio Morricone en filmes políticos de los sesenta y sententa. Y es que Theodorakis, como Morricone y otros, asumió que pertenecer al mundo le impelía a contribuir a mejorarlo desde su música, lo que logró con creces. Solo unas desafortunadas declaraciones acusadas de ser antisemitas efectuadas en 2003 pusieron una mancha en su impecable trayectoria personal, y eso que en su juventud había salvado a judíos durante la Segunda Guerra Mundial y que en 1965 había compuesto The Balad of Mauthausen, una bellísima obra que se convirtió en canción nacional en Israel. Pero se disculpó y con ello la polémica terminó. Lo que nunca se acabará es el alcance de sus aportaciones al cine y fuera del cine, que han hecho de él el compositor griego más universal. Y ya eterno.