Recital de emotividad y elegancia en una banda sonora sustentada en dos principios: por un lado, delicados y hermosísimos temas aplicados a un personaje cuyo replanteamiento vital le supone un trágico final; por otro, contundentes melodías que, contrapuestas a las anteriores, son la viva y descarnada expresión de la fatalidad que se avecina.

El compositor afronta los dos extremos con solvencia, de modo que abarca un abanico que va desde la plenitud de un radiante tema de amor hasta la acongojante secuencia del asesinato de Yoyes, implacable gracias a su música.