Siguiendo a su marido, una joven francesa emigra a la Unión Soviética para emprender una nueva vida, sin saber que lo que le espera es un sinfín de calamidades a las que intenta adaptarse con el paso de los años. Hasta que conoce a una actriz compatriota suya y en ella pone sus esperanzas de salvación.
En su tercera colaboración con el director Régis Wargnier, el compositor intenta una vez más satisfacer la pretensión, algo exagerada, de escribir una música épica y solemne, en la que se emplea el piano solista para dar a la partitura un sentido dramático que evoca, en cierta medida, la obra de los grandes sinfonistas rusos, haciendo hincapié en su desaforado romanticismo, pero también en su sentido de gran tragedia. Esta obra magna y apasionada acaba por ser un traje demasiado grande para un filme que no da demasiado de sí, de modo que la música excede con creces a la película.