Dos personas con desórdenes bipolares se conocen en un hospital psiquiátrico y comienzan una relación romántica que aflorará toda la belleza y dolor de la condición mental de cada uno.
El compositor (y director) aplica la música para explicar y resaltar la fragilidad y también bondad de los personajes, colocándola desde la perspectiva interior e íntima, y uniéndolos también con ella. Es una banda sonora sobria y austera, dramática, con agradables sonoridades que evocan, de alguna manera, el cristal, para enfatizar precisamente esa delicadeza y vulnerabilidad.