Un joven matrimonio sin demasiados recursos económicos recibe una singular oferta de un millonario: un millón de dólares a cambio de poder pasar la noche con la mujer.
Película para la que el compositor escribió música romántica que aplicó a la delicada situación emocional de la pareja protagonista. Su aire melancólico y triste contribuía a reforzar la impresión de desesperación a la que se ven abocados. Sin embargo, la ridiculez del propio filme impidieron que los buenos propósitos melódicos llegaran a algo y todo fuera excesivamente impostado. La música, eso sí, muy bella. Pero es de esos casos en que una buena música se pierde en el celuloide, en esta caso traspasando el ridículo.