Dos exiliados cubanos se integran en la mafia de Miami, e irán escalando puestos hasta enfrentarse al jefe.
Brian De Palma quiso hacer un filme radical, fuera de convenciones y ortodoxias y se decantó por diseñar una banda sonora distinta a lo usual en el género. Aprovechando el auge de popularidad de Moroder optó por su música electrónica, comercial y absolutamente anacrónica con respecto a la época del relato, con el fin de darle un tono más moderno y universal a la película. El compositor creó un estupendo tema para Tony Montana, que es turbio y oscuro, tema principal y por tanto columna vertebradora de una banda sonora y otro tema también notable para sus relaciones amorosas, un tema de amor que funciona por contraste y que refuerza la ambivalencia del personaje. También hay canciones de otros autores. Todo ello resulta mucho más estético que dramático, mucho más ambiental que narrativo, y aunque poco interesante a nivel estrictamente cinematográfico, por resultar todo demasiado elemental, fue de gran influencia en la cultura pop de su época y también en el séptimo arte.