Un humilde labriego irlandés inicia una desenfrenada y dramática lucha por conservar la tierra en la que siempre ha trabajado cuando la propietaria de ésta decide venderla.
Partitura idílica, sinfónica, que refleja la belleza y grandeza de unos paisajes y un mundo de ensueño. Pero el compositor no se queda en este concepto, y hace evolucionar su música conforme avanza la historia, otorgándola progresivamente de un mayor dramatismo y truecando la inicial grandeza (los espacios abiertos que tan bien describiera en los westerns) por una música más intimista y melancólica. Naturalmente, con influencia irlandesa.