En 1894, el capitán francés Alfred Dreyfus, joven oficial judío, es acusado de traición por espiar para Alemania y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Un coronel, encargado de liderar la unidad de contrainteligencia que descubrió al espía, se entera de que se siguen pasando secretos militares a los alemanes y se adentrará en un peligroso laberinto de mentiras y corrupción, poniendo en peligro su honor y su vida.
Esta película, hecha con elegancia, muy austera y directa y sobre todo sin artificios ni artilugios implica al espectador metiéndole en la situación sin dramatizarla, simplemente exponiéndola con la ayuda de unos actores de primera categoría y sin apenas música: la escasa que hay es para momentos poco relevantes, para subrayar cosas puntuales y si la hay es prácticamente para recordar que la película se explica sin ella. Y perfectamente bien. Eso sí, el tema final, en créditos sobre negro, se impone como un enorme tema musical que funciona como opinión de Polanski, una declaración en toda regla: dolor y rabia. Indignación y protesta.