Tercera entrega de The Expendables (10), en la que reaparece Stonebanks, el otro fundador de Los Mercenarios, convertido en traficante de armas, por lo que el grupo intenta matarle.
La creación más irrelevante de la trilogía, esta es una banda sonora con más oficio que beneficio, que no aprovecha en nada lo avanzado en la anterior entrega y que se limita a dar énfasis y a rellenar huecos obvios (música hispana para el personaje hispano, por ejemplo), pero que no aprovecha los elementos de humor que acompañan la acción de la película. Es una obra rutinaria e insípida, sin alma, mecánica e industrial, y que hace añorar una vez más el legado de Jerry Goldsmith en filmes similares. En ningún momento el compositor se adueña de la película y su creación se alinea más con los efectos especiales (y sonoros) que con personajes y motivaciones. Muy olvidable.