Tras la Segunda Guerra mundial, una mujer francesa viaja a Estados Unidos y de una de sus relaciones nace un niño enano que crece sintiéndose ignorado.
Partitura en la que el compositor incorpora las habituales ondas Martenot que, en combinación con instrumentos más comunes (como el piano, las arpas o los violines) dan como resultado una de las bandas sonoras más hermosas del autor, que refuerza lo idílico y lo ensoñador de la película.