En abril de 1945 una brigada de soldados americanos a bordo de un tanque ha de luchar contra un ejército nazi al borde de la desesperación, pues los alemanes saben que su derrota está anunciada.
El compositor firma una banda sonora que desarrolla en lo épico y en lo dramático. La música que aplica para el contexto bélico es un puro exhibicionismo de artificios y de buena producción musical, pero bastante vacía en contenido: es una sucesión saturante de temas bombásticos, grandilocuentes, con coros, hechos más para gustar e impresionar que para explicar, y para darle al escenario bélico una apariencia casi apocalíptica. Son estos unos temas que, aunque llamativos y vistosos, acaban por resultar saturantes e ineficientes porque no ofrecen nada que vaya más allá de lo artificioso, sin alma, con la sola excepción de algunos momentos donde la música tiene cierto tono perturbador, turbio, que sí es explicativo.
Tampoco tiene mucha alma la parte dramática, que es básica, y obvia: música afligida y lamentativa (con voces), que funciona por contraste y que en la comparación con la casi obscena arrogancia de los anteriores temas da un respiro aliviador. Y finalmente hay música, claro, para el anhelo de liberación, expresado en el tema principal de la banda sonora y que es el mayor acierto del compositor: una música abierta, evolutiva y expansiva que de todos modos queda bastante asfixiada por la sobrecarga musical del conjunto.