En sus últimos años de vida, el dictador Francisco Franco vive recluido en su Palacio, con su entorno familiar, que controla todos sus movimientos. Es el fin de su régimen y al viejo hombre le asaltan numerosos temores, en forma de pesadillas.
Lejos de parodiar o satirizar la figura de lo que es, en realidad, un anciano decrépito y patético, el compositor prima un tratamiento musical solemne y ceremonioso, poniéndose de su lado no para ensalzarlo sino para humanizarlo. En cierto modo, la música plasma los temores y angustias del dictador, con cierta piedad. El tema principal es una sinfonía de gran prestancia en la que Illarramendi parte de unas notas del Himno español, que se complementa con temas afligidos y otros más sombríos. Se acompaña de fragmentos de Se acompaña de Asesinato en febrero (01), Cuernos de espuma (96), El partido del siglo (98), El ojo de la cámara (98), Lluvia en los zapatos (99).