Un hombre que trabaja en una inteligencia artificial tiene a su último prototipo en su fase más delicada: su mujer fallecida.
Como en tantas películas contemporáneas esta es una música de relleno y de acompañamiento que no dice ni cuenta nada. Es una sucesión de temas estéticos y ambientales, con buena producción musical y que cumplimentan la obvia ubicación futurista y tecnológica, pero nada más. Su dramatismo, el tono sentimental y nostálgico, se percibe como intención en algunos momentos, pero la falta de consistencia en la estructura y desarrollo hace que lo que se quiere transmitir a través de un motivo musical al final quede diluido en un mar de músicas sin relevancia.