Un abogado algo inexperto lleva con mucha entrega la demanda de ocho familias cuyos hijos murieron por leucemia después de que una empresa vertiera material tóxico en el agua de un río. En su empeño, se juega su propia carrera.
El compositor acompaña este drama judicial con un estilo melódico cercano al que emplea en sus películas con Tim Burton, pero de un modo algo errático. Recurre a voces corales y a rítmicas cadencias en la búsqueda de dotar al filme de una ambientación sonora más o menos apacible, aunque el resultado es neutro.