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LUCES... CÁMARA... ¡MÚSICA!

06/04/2016 | Por: Conrado Xalabarder
TEORÍA

Nuestro amigo Pol Turrents, que es director de fotografía, docente y webmaster de la exitosa web Director de fotografía (su página en Facebook tiene más de 120.000 seguidores) nos ha hecho llegar este interesantísimo documento en el que Stanley Cortez (1908-1997) explica la relación que se estableció entre fotografía y música para la creación de The Night of the Hunter (55).

Primero mirad el vídeo y luego seguid leyendo.

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Que Stanley Cortez hubiera visualizado La Valse Triste de Sibelius para la escena del asesinato muestra hasta qué punto la música es parte integrante del lenguaje cinematográfico, no solo estético sino especialmente dramático y narrativo: no olvidemos que la fotografía en un filme no solo produce 24 postales/segundo (en terminología clásica!) sino que hace narración y condiciona el cómo el espectador comprende la película.

Cortez no podía, claro, estar pensando en una música original pues no era compositor, pero sí vio -e hizo ver al director- que el hermoso y trágico expresionismo que se estaba creando sería incompleto si no se incorporaba a él una música que lo explicase. Y Charles Laughton fue tan inteligente de no recurrir al tema preexistente sino de convocar al compositor para que creara música original con la que sumar iluminación y ritmo a una escena que resultaría a la vez hermosa y terrorífica.

El cine es un arte que necesita unir artes diversas para existir: el arte de la escritura, el arte de la dirección, el de la fotografía, la escenografía, la música, la interpretación... y todo ello da un resultado mejor o peor pero indivisible. Como he explicado en editoriales, si se separa del filme la música deja de ser cine y vuelve a su condición de música.

La fotografía es color, encuadre e iluminación (¡entre otras muchas cosas!) y la música también puede ser color, encuadre e iluminación (nuevamente, entre otras muchas cosas). En sucesivos ágoras iré comentando las sinergias que se entablan entre la música y el resto de elementos como el montaje, decoración, sonido, etc. (de la interpretación hice una propuesta concreta en el editorial Actores sin compositores, tema sobre el que en todo caso se puede volver). Es importante ampliar aquello que expuse en el editorial Lo más determinante para mostrar lo mucho que gana una película con la participación en ella de la música (el compositor) y demostrar lo estúpido y torpe de no pocas actitudes de profesionales del cine con relación al compositor. Ojalá hubiera más Stanley Cortez y Charles Laughton trabajando en el cine...

Música+Fotografía pueden ir de la mano, sincrónicas (como es este caso que exponemos hoy) o pueden ir en direcciones opuestas: la suprema belleza de los paisajes a Cielo abierto de The Revenant (15) y la oscura y tóxica música de Sakamoto y compañía, por ejemplo, donde se pretende que el espectador no respire el aire fresco del entorno sino que le resulte agobiante. O la escena final de El orfanato (07), cuando estamos en zona de muerte (oscuridad) y sin embargo la música de Velázquez es un estallido de vida. Son dos de tantos cientos de ejemplos en los que ambas artes (fotografía y música) se necesitan mutuamente para explicarse y entederse.

Música+Fotografía son siempre una suma, aunque una de ellas reste (como ya expuse en el editorial Lo más determinante quien suma o resta será la música, aunque obviamente es discutible). Y por ello no debería sonar extraño que los directores convocaran como Laughton a los compositores para que hablaran con los directores de fotografía en la búsqueda de la perfecta sinergia. Porque la cámara hace cine, pero la música hace cine también. El proceso en la fotografía es variable e incluso impredecible, y es razonable esperar a que esté completamente terminado para tomar las decisiones musicales, cierto es. El compositor habilidoso podrá aprovechar la luz, el color y la iluminación final para convertirla en luz, color e iluminación musical, y así el director de fotografia verá también completado su trabajo con los elementos musicales porque, como sucede con la música, es un todo que se interrelaciona. No veo razón por la que el compositor que esté en el proceso de construcción musical no deba dialogar con el director de fotografía... o a la inversa si la música se hace previamente. Y más cuando, como he esbozado aquí y podremos desarrollar más adelante, hay elementos dramáticos, estéticos y narrativos que hacen que fotografía y música lleguen a ser sincrónicas o simbióticas (o la antítesis!)

Creo que el compositor debería estar en la película desde el primer momento, aunque sea solo para hacer esbozos, porque es también quien maneja la cámara y la iluminación del filme. La música de cine es también un elemento altamente visual.

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