Diez años después desde que se separaran profesionalmente, Álex de la Iglesia y Roque Baños han vuelto a trabajar juntos en la serie televisiva 30 monedas, un gran éxito de audiencia y de crítica. La última película que habían hecho juntos había sido Balada triste de trompeta (10) y tras ella Baños siguió su carrera con otros directores y proyectos y De la Iglesia dirigió más filmes -con desigual suerte-, contando con Joan Valent en el apartado musical. Sin desmerecer en absoluto lo hecho por Valent, había una generalizada impresión, expresada en no pocos comentarios hablados y escritos, que al cine de De la Iglesia le faltaba algo, que ya no era lo mismo. Las elogiosas palabras que le están lloviendo por 30 monedas incluyen expresiones como recuperación, vuelta a los mejores tiempos, el pulso de antes... etc. ¿Tiene que ver que Baños esté de vuelta en los títulos de crédito de De La Iglesia?

No es descabellado pensar que el cine de un director puede salir perdiendo cuando pierde a su compositor habitual, pero la gran pregunta es por qué. No es descabellado pensarlo porque basta con recordar lo que fue del cine de Fellini tras la muerte de Nino Rota, o la caída en picado de las películas de Julio Medem sin la música de Alberto Iglesias o la de Shyamalan sin James Newton Howard, o comparar al Hitchock con Herrmann y al Hitchock post-herrmann, todo y que hizo estupendas películas con magníficos compositores... pero no era lo mismo. Truffaut sin Delerue fue enorme, pero cuando contaba con él era sencillamente otra cosa, era algo más. Habría que preguntarse si en Ed Wood (94) celebramos más la música de Howard Shore o la evocación que hay en ella de Danny Elfman, y a nadie se le escapa que pese a los muchísimos méritos de Thomas Newman, la sombra de John Williams es alargada en Bridge of Spies (15) ¿Cómo será el cine de Giuseppe Tornatore ahora que Ennio Morricone ya no está vivo? ¿Y el de Spielberg cuando más pronto que tarde deba marcharse Williams?

En principio cualquier buen compositor debería poder cumplimentar las necesidades y requerimientos de la película y del director sin que por ello al filme le faltase algo que se pudiera echar en falta. Pero sucede y probablemente tenga que ver con la asociación de un color, de un tono, timbre, aroma o aura que impregna el compositor con su personalidad y que para la audiencia acaba formando parte de la personalidad del cine de ese director.

No sucede, obviamente, con los directores que cambian frecuentemente de compositores (Malick, por ejemplo) ni tampoco con todos los directores encadenados a un mismo compositor, aunque podría ser debatible: Scorsese (con Shore) o Polanski (con Desplat) creo que son ejemplos de directores que, beneficiándose muchísimo de la aportación de los compositores, han conseguido mantener las riendas propias de sus películas, sin que el compositor sea tan determinante. Desplat, por ejemplo, es mucho más impensable en un cine de Wes Anderson sin él que ausente de las películas de Polanski.

Si se estudia caso por caso y filmografia a filmografía de directores y compositores que hayan compartido trayectoria en común acabará demostrándose que la aportación musical que ha hecho el compositor en los mejores filmes del director ha forjado la personalidad y la entidad identificativa del propio director, y en no pocas ocasiones eso se constata cuando el compositor deja de cooperar con el director o, como es el caso, cuando regresa tras unas películas en ausencia.