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BINGEN AL DESNUDO

13/02/2023 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

Yo creo que Bingen será siempre un tío enfermo por la música y curado por su propia música (Karra Ejalde)

Bingen Mendizábal es esencial en el cine español de finales del XX y principios del XXI. Pertenece a una generación de compositores que irrumpieron en la década de los noventa del siglo pasado, que rompieron con la bicefalia entonces imperante de Bernardo Bonezzi y José Nieto y trajeron aires nuevos y muchas esperanzas: Carles Cases, Alberto Iglesias, Juan Bardem, Pascal Gaigne, Eva Gancedo, Ángel Illarramendi, Roque Baños o Suso Saiz, entre otros, aunque algunos ya trabajaban en los ochenta, como Iglesias. Con esta nueva ola, Bonezzi y Nieto pasaron -más forzosa que voluntariamente- a la reserva, pues el cine dejó de contar con ellos. Treinta años después, de esta generación solo Iglesias y Baños se mantienen activos en primera línea, y del resto, muy lamentablemente, el cine español ya no se acuerda. ¿Qué ha sucedido para que tantos hayan caído en el olvido?: seguramente, cual ciclo de la vida, por haber sido reemplazados por la nueva generación que surgió ya en el nuevo siglo, con nombres como los de Fernando Velázquez, Federico Jusid, Lucas Vidal, Arnau Bataller, Iván Palomares, Zeltia Montes, Vanessa Garde, entre otros.

La firma de Mendizábal está impresa en algunas de las mejores bandas sonoras de la Historia del Cine español: Alas de mariposa (91) y La madre muerta (92) muy singularmente, y es autor de un puñado más de creaciones muy interesantes. A pesar de su bagaje su presencia en el cine fue menguando y durante la segunda década de este siglo fue haciendo cada vez menos películas o incluso pasando años sin hacer ninguna. Hasta que Juanma Bajo Ulloa, el director, lo rescató para componer, junto con Koldo Uriarte, la celebrada Baby (20).

Es en este punto donde Mendizábal regresa con merecimiento a la primera línea en el que el cineasta Aitor López de Aberásturi ha decidido explicar en apenas 90 minutos muy bien aprovechados quién es Bingen Mendizábal y cómo son los mundos, aún vivos, que le han formado como persona y como compositor. Lo hace en el documental Bidean jarraituz (siguiendo en el camino) (23), el primero dedicado a un compositor de cine español, si bien buena parte del mismo no versa sobre su labor en el cine sino sobre sus actividades fuera del mismo: de hecho, en realidad, son pocas las películas que son comentadas en el documental, y las que entran son las de Bajo Ulloa. Pero el documental no se resiente por esas ausencias porque claramente no es su pretensión hacer un repaso filmográfico a su obra sino intentar mostrar cuál es su manera de entender la música, cómo la entienden quienes la han recibido y también el impacto causado allá donde se aplica.

Como sucede con tantos artistas, Mendizábal no sabe explicar muy bien la dimensión de su creación, ni racionalizarla ni mucho menos codificarla: simplemente, la crea. No es el único, en mi vida profesional me he encontrado con enormes compositores poco hábiles en la oratoria y que incluso se agobian si se les pide que describan lo que hacen. Tampoco es un problema en el documental porque otros lo hacen por él, y maravillosamente bien: Juanma Bajo Ulloa especialmente, que sale al rescate del compositor y aporta unas informaciones (y lecciones) valiosísimas para entender el calado de la música de Mendizábal y el gran beneficio que sus películas han obtenido con su aportación.

El documental arranca mostrando mucho antes a Mendizábal que a su música, es un orden de aparición que importa mucho porque pone por delante al autor para que, quien lo le conozca, sepa de él antes que a de música: es el orden natural de las cosas, incluso cuando -como es el caso y como sucede con los mejores- la música acaba resultando mucho mayor que quien la crea. Primero, pues, le vemos colocando notas en su sitio, haciendo arquitectura musical, luego le vemos hablar a él o a otros hablando sobre él y entonces se retrocede a los años setenta para comenzar a recorrer su camino musical y existencial.

El documental, que cuenta con una estupenda labor de montaje, va creciendo en contenido, en interés, en profundidad a la par que Mendizábal crece y madura como compositor, en un viaje hacia adelante y hacia arriba hecho con exquisitez, nada hagiográfico, y con intervenciones que se agradecen de compositores como Gaigne o Aránzazu Calleja. Y si el camino se inició con el valor de la persona, que es mucho, acaba con el valor de su música, que es incluso mucho más.

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