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ARONOFSKY (Y JÓHANNSSON) CAMBIAN MÚSICA POR SONIDO

29/09/2017 | Por: Conrado Xalabarder
DEBATE

Hoy se estrena en los cines españoles la nueva y esperada película de Darren Aronofsky, Mother!, un filme de esos llamados a gustar o detestar a partes iguales, y con reacciones en la crítica en esa misma línea. Dos horas de delirio, de anarquía provocadora y visceral, explicada sin música. La había inicialmente y era abundante. Pero tras aplicarla director y compositor decidieron que lo mejor era quitarla. Aparentemente, un nuevo revés para el islandés Jóhann Jóhannsson, que suma esto al rechazo de su banda sonora para Blade Runner 2049, asunto que fue objeto del editorial de la pasada semana. Pero no es realmente un revés sino un ejemplo de decencia artística y profesionalidad.

Cuando Jóhannsson firmó para la película pareció una opción lógica, tratándose tanto el compositor -cuando le dejan- como Aronofsky -cuando quiere- artistas experimentales sin miedo a saltarse sin complacencias y sin rendiciones comerciales las normas de la ortodoxia. Esta película pedía casi a gritos un tratamiento nada ortodoxo: se desarrolla en un gran caserón donde se ha instalado el matrimonio Jennifer Lawrence/Javier Bardem y el filme está rodado y explicado desde la perspectiva de la mujer, de cómo ella ve, siente y sufre todo lo que va aconteciendo, el horror y la pesadilla creciente. Aronofsky le pidió al compositor músicas que pudieran ser empleadas durante el rodaje, para el ambiente, e incluso una pieza con doce tempos diferentes, a lo que el compositor accedió. Una manera estupenda (y ejemplar) de introducir la música en la esencia del resto del filme. Fue un trabajo que se prolongó durante un año y en el que Jóhannsson se involucró hasta el punto de componer a la par que en la habitación de al lado se montaba la película, exactamente lo mismo que Hans Zimmer contó en su Master-Class (capítulo 2 de nuestos comentarios) a propósito de Gladiator (00). Es, una vez más, una manera estupenda (y ejemplar) de introducir la música en la esencia del resto del filme.

Pero tras escribir noventa minutos de música original y verla integrada en un primer montaje del filme... y luego comparar ese primer montaje sin la música ambos decidieron que lo mejor para la película era sacrificar la música. Jóhannsson sugirió descartarla toda, pero el director decidió dejarla en partes muy específicas y comenzar de nuevo en el resto con otra idea. Con el diseñador sonoro al Craig Henighan al frente (para los efectos no musicales), el compositor hizo uso de instrumentos acústicos para integrarlos y fusionarlos con los de Henighan. Su labor fue, así, menos de compositor y más de diseñador sonoro, pero igualmente cineasta.

De todos los elementos que conforman y construyen Mother! el diseño sonoro es el elemento más notable y destacado, porque son los sonidos los que de manera explícita hacen que la casa respire, exale, gruña, amenace o reconforte. Podría haberse hecho con música, como tantas veces y tan bien se ha hecho, pero precisamente es el silencio musical -no total- el que resulta más estremecedor, porque allá donde aparece brevemente la música es para resaltar los muchos espacios donde está desaparecida, lo que genera mayor desaliento en el espectador.

Por otra parte, es sabido, la música comparte espacio con los efectos sonoros y los efectos sonoros hacen lo propio con la música, y aunque no son incompatibles se baten por captar la atención. Se eligió la no música para explicar este delirio que funciona maravillosamente bien cuando tiene juntos a los cuatro ases del filme (Lawrence y Bardem, más Ed Harris y Michelle Pfeiffer, sublimes ambos) aunque a mi juicio luego ya pierda su rumbo. Tuviera o no música, poco cambiaría, pero los efectos sonoros son impecables durante todo el metraje.

Compara Jóhannsson el proceso de creación de esta película al de un escultor: comienzas con un bloque de granito o mármol, y vas esculpiendo y quitando granito o mármol, hasta que que te quedas sin granito o mármol. Es lo que pidió la película (Vanity Fair). Esta declaración de renuncia es tan honesta, elegante y profesional que forma parte de las enseñanzas fundamentales para todo compositor que quiera hacer cine y no parasitarse en él.

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